miércoles, 24 de octubre de 2018

La biblioteca vacía.Situación 4

LA BIBLIOTECA VACÍA

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LA BIBLIOTECA DIGITAL


Imagen relacionadaMentor. — Llegamos al final de este recorrido por La biblioteca vacía. Ha sido una exploración en busca del significado que encierra, que se ha querido dar a la palabra «vacía». Hemos alcanzado distintas aproximaciones para interpretar esta clave con el fin de entender un poco mejor el tránsito que estamos viviendo de la cultura escrita a la cultura digital. 
Aprendiz. — Quizá la desorientación que provoca hablar de una biblioteca vacía refleja la confusión que sentimos ahora en este tránsito. Hemos entrado en un escenario turbador, en una biblioteca vacía, y que, por tanto, no responde a lo que sería esperable. Sabemos que este escenario es de paso, que acabamos de dejar un mundo en el que nos movíamos con referencias bien establecidas, se nos ha despojado de ellas, y aún no hemos atravesado este espacio vacío para encontrarnos con el escenario que ocupará una cultura digital.
M. — Es una buena interpretación de lo que estamos experimentando.
A. — Y la conversación mantenida en torno al profesor Roger Chartier completa las observaciones y reflexiones realizadas durante estos días. 
M. — Entre las cuestiones tan interesantes tratadas durante esta conversación está la de la disociación entre texto digital y artefacto electrónico de lectura. 
A. — Sí, curiosamente puede ser otra forma de expresión de la clave, de la palabra «vacía».
M. — Interesante. ¿Cómo la interpretarías?
A. — Resultado de imagen de roger chartier

Pues que el intento de que el texto, una vez desprendido del papel, consiga prender —como prende una planta en un terreno nuevo— en otro lugar, en el de un aparato electrónico, resulta baldío. En nuestras manos sostenemos un artefacto electrónico con la ilusión de que es un libro, pero un libro en blanco, vacío; y en la nube, quien sabe dónde, está el texto. Con esta disociación ya no es posible hablar de cultura escrita.

Pues que esta disociación entre el texto y su soporte tangible es devolverle a la palabra su valoración más, diría, espiritual. Más próxima a la palabra primigenia, la palabra hablada, intangible, etérea, que una vez pronunciada desaparece de toda percepción, pero no por eso se extingue. La palabra entendida como virtualidad, en potencia, que se manifiesta cuando se pronuncia… o cuando se imprime… o cuando se sostiene en una pantalla. Pero que existe. Así se ha considerado en la cultura escrita: el texto podía tomar formas distintas, materialidad de libro, cuando se editaba; podía cambiar su apariencia de edición a edición sin dejar de ser el mismo. Pues bien, en mi opinión, esta consideración del texto como algo virtual y de un soporte en donde tiene lugar, en donde encuentra su lugar, se intensifica más cuando las palabras están hechas de ceros y unos y el soporte es un artefacto electrónico.
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M. — La «biblioteca vacía», en la conversación con el profesor Chartier, se puede interpretar también como el resultado de la fragmentación del discurso al que se tiende en la Red a diferencia de la contención que proporciona el libro para la cohesión de un discurso. Esta excesiva fragmentación dejaría —metafóricamente— vacía la biblioteca de pensamiento —que necesita encadenar razones—, de discurso narrativo propio del autor, ya que el lector interviene en su composición…
A. —

En efecto, el profesor Chartier se muestra en la conversación muy sensible a este riesgo.

No creo que el profesor Chartier advierta de este peligro para la transmisión del pensamiento o de la narración, más bien al contrario.
Imagen relacionadaM. — Entre las cuestiones tan interesantes tratadas durante esta conversación está la de la disociación entre texto digital y artefacto electrónico de lectura.
A. — Sí, curiosamente puede ser otra forma de expresión de la clave, de la palabra «vacía».
M. — Interesante. ¿Cómo la interpretarías?
A. —

Pues que el intento de que el texto, una vez desprendido del papel, consiga prender —como prende una planta en un terreno nuevo— en otro lugar, en el de un aparato electrónico, resulta baldío. En nuestras manos sostenemos un artefacto electrónico con la ilusión de que es un libro, pero un libro en blanco, vacío; y en la nube, quien sabe dónde, está el texto. Con esta disociación ya no es posible hablar de cultura escrita.

Pues que esta disociación entre el texto y su soporte tangible es devolverle a la palabra su valoración más, diría, espiritual. Más próxima a la palabra primigenia, la palabra hablada, intangible, etérea, que una vez pronunciada desaparece de toda percepción, pero no por eso se extingue. La palabra entendida como virtualidad, en potencia, que se manifiesta cuando se pronuncia… o cuando se imprime… o cuando se sostiene en una pantalla. Pero que existe. Así se ha considerado en la cultura escrita: el texto podía tomar formas distintas, materialidad de libro, cuando se editaba; podía cambiar su apariencia de edición a edición sin dejar de ser el mismo. Pues bien, en mi opinión, esta consideración del texto como algo virtual y de un soporte en donde tiene lugar, en donde encuentra su lugar, se intensifica más cuando las palabras están hechas de ceros y unos y el soporte es un artefacto electrónico.Imagen relacionada

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